El gran secreto ahora revelado
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El gran secreto ahora revelado
Desde Roma, David Fernández SJ, rector de la Uia Ciudad de México, escribe sobre su experiencia en la etapa de las "murmuraciones" durante la Congregación General 36, de cara a la elección del nuevo superior general de la Compañía de Jesús.
David Fernández Dávalos, SJ
Hemos entrado de lleno en la tarea más relevante de esta congregación: la elección del nuevo Padre General. Para hacerlo, iniciamos la etapa llamada "Murmuratio", o de las murmuraciones. Este es un paso importantísimo, que dura cuatro días, dentro del peculiar proceso de elección dispuesto en la Fórmula de nuestro Instituto y que no tiene paralelo en el mundo político y social. Se trata de conversar entre nosotros, de dos en dos, sobre posibles candidatos, pero en el que nadie puede ofrecer información que no le ha sido pedida. Me explico: no se vale promover a nadie; está penado hacer campaña por alguien. Uno puede, sin embargo, hacer una lista de los posibles candidatos e ir a preguntar a quienes los conocen qué piensan de ellos, qué trabajos han desempeñado, cuáles son sus principales cualidades y cuáles sus defectos. Pero todos hemos de abstenernos de proponer algún nombre o de ofrecer información sobre alguien de quien no estemos hablando. El testimonio que recibimos de jesuitas que han participado en otras Congregaciones Generales nos asegura que este método funciona y que, al final del mismo, por medio de una votación secreta, encontraremos al General que la Orden necesita.
Bien mirado es una manera de proceder que supone una enorme confianza en el Espíritu Santo y en los demás compañeros. Para funcionar ha de haber en todos disposición, interior y exterior, de apertura a los otros y vivir todo el proceso como oración y discernimiento. Por eso, entre otras cosas, la Fórmula de la Congregación pide a los electores que no tomen una decisión sobre a quién votarán, sino hasta el último momento: cuando la asamblea se ha reunido en el aula para depositar las papeletas de voto en la urna. Esto porque se trata sobre todo de un proceso de escucha sin prejuicio y de abandono en el Espíritu, en el que, por cierto, no se deja de lado la inteligencia y entendimiento de cada cual.
Junto con la confianza y el respeto a los demás jesuitas congregados, el procedimiento demanda además transparencia que acoge y que se ofrece. Pone por delante el bien de la Compañía universal en este momento, y no el de algún sector o Provincia en particular. Se busca a aquella persona que nos ayude a vivir mejor, con más hondura, pertinencia y radicalidad, los tiempos por venir.
Algún Padre elector nos proponía tres pasos iniciales para proceder prácticamente: hacer una lista, encontrar directamente a quienes en ella estén, y luego preguntar a quienes los conocen. Después de ello, orar sobre la información recibida, y reducir la lista; dejar reposar y decidir cuando haya que votar. Para que el Espíritu actúe se requiere una franqueza sin cálculo, la sencillez de lo que es llano, la claridad y objetividad de quien mira desde afuera una situación pero que no quiere saberlo todo, y finalmente la lucidez para descifrar el propio sentimiento interior.
Este es el gran secreto de los jesuitas ahora revelado al mundo entero: para decidir, hay que dejarse guiar por el Espíritu, y saberlo descifrar en el discernimiento espiritual.
Que así suceda con todos nosotros.
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